Ciudadanía desde el poder*
Oscar Olinto Camacho es arquitecto egresado de la Universidad Central de Venezuela, con Maestría en Planificación Urbana en la Architectural Association de Londres, y doctor en Estudios Urbano Regionales, también en Londres. Es una de las mentes más lúcidas en el campo del desarrollo urbano y la vivienda en Venezuela.
Pensar en el futuro de Caracas implica necesariamente considerar el futuro de nuestra sociedad. ¿Qué tipo de sociedad la sostendrá, la generará y traducirá espacialmente? Cada sociedad organiza su espacio según sus escalas territoriales, con base en su naturaleza y contenido políticos, económicos, sociales y culturales. Esa es la histórica relación dialéctica entre el espacio y la sociedad que lo produce. Por tanto, es necesario que prevalezca un modelo político, no decimonónico, cuyo proceso y resultado sea descentralizado, democrático.
La ciudad es la base territorial del progreso, del conocimiento, de la inteligencia, de la cultura urbana, de todo lo que representa un avance social. Desde el poder se deben fomentar los vectores que apunten hacia esa dirección.
Independientemente del modelo político que se establezca desde el poder, la consideración prioritaria de los barrios en la ciudad del futuro exige que se asuma como la gran prioridad urbanística de la sociedad. No se puede seguir ignorando a nivel político, gremial, profesional y universitario esta prioridad, que conforma el 47% de la población de Caracas, desacertadamente denominada «informal»; al contrario, sus habitantes son parte significativa de la estructura y dinámica urbana de la ciudad que los contiene.
Es necesario conformar ciudadanía desde el poder, y en sus condiciones está el auspicio de un pensamiento restitutivo de los barrios de Caracas, con base en una permanente política de inclusión urbana que genere una riqueza social menos polarizada en la capital por parte del Estado venezolano.
No existe una sociedad ideal. Eso es un desideratum. Villanueva decía hace 50 años que, más importante que hacer ciudad, es pensar cómo va a ser la sociedad que sustentará la ciudad. En este pensamiento del maestro se evidencia la inequívoca relación entre el espacio y la sociedad que lo genera en sus diferentes escalas territoriales.
Caracas no puede pensarse en su futuro solo bajo la óptica formal aislada, como un fin en sí mismo del profesional con su obra. La buena arquitectura de la ciudad de Caracas debe auspiciarse desde el sector público institucional y el privado, y su conjunción y entendimiento mutuo son ideales para la calidad de la producción arquitectónica, la cual se concibe como un medio para la producción de espacios urbanos que enaltezcan con sus resultados una alta calidad arquitectónica y urbanística. Desde el poder se debe entender y asumir que sin esta imbricación y exigencia permanente no tiene glorificación la arquitectura y el urbanismo en la ciudad.
La organización humana en los poderes nacional y municipal, así como el nivel cultural de sus actores, deben en el futuro mejorar para que pueda Caracas contar con «pensadores-ejecutores» que permitan trascender las escalas local y metropolitana, para proyectar igualmente a Caracas en su necesaria reconquista de su presencia internacional.
Existe una clara relación entre la cultura en el poder y los resultados urbanísticos y arquitectónicos en las ciudades cuya gestión está imbricada con el conocimiento, la cultura, la educación y la necesaria sensibilidad del alma que se requiere para entender la arquitectura en y por la ciudad.
El disfrute futuro de los espacios públicos dependerá de la valoración que mantengan los caraqueños de su ciudad. Se debe perseguir una ciudad amable, segura, para revivir la valoración moral y existencial del caraqueño, de lo que se espera que sea su ciudad, y de poder entregarle su alma. En el futuro, el caraqueño debe alimentar su alma para poder luchar permanentemente, para que en el futuro pueda alcanzar un nivel de plenitud multiplicando la oferta de gozo de sus ciudadanos.
Sin propiedad privada ni producción privada no hay desarrollo. Por supuesto que el Estado debe regular, en el buen sentido, su operatividad con finalidad social. Históricamente, la ciudad y el comercio son indivisibles, además de la tonificación permanente que le otorgan a la ciudad.
Se debe abrir la «puerta al mar» a Caracas, hoy ignorada. Es necesario desarrollar el skyline costero de su litoral. La Gran Caracas debe rebasar lo provincial y lo local, y pensar desde el poder de su carácter internacional y su posición en el Caribe. Ello le dará un gran vuelco económico, y en espacial a la metrópolis y al país.
Se deben realizar nuevas inversiones en infraestructuras, grandes macroproyectos que transformen la ciudad y transformen el país, acompañadas de las nuevas tecnologías de información y comunicación, sistemas públicos colectivos, masivos y eficientes de transporte para que Caracas pueda cumplir a futuro su papel innovador y de alta productividad prospectiva. Hoy en día el conocimiento es lo que induce el avance de las naciones y a las grandes plusvalías ideológicas.
Finalmente, el modelo a seguir debe ser el modelo pensante innovador, basado en el desarrollo del conocimiento. Si este modelo no se desarrolla con éxito, el futuro de Caracas quedará aletargado, en temporal somnolencia social y espacial.