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El valor del edificio, asociado a la representación simbólica del poder económico y la estabilidad, radica en repensar el espacio de la calle y de la esquina aportándole a ésta una nueva escala, con una planta baja convertida en un espacio público. El proyecto, que tuvo como norte desarrollar la imagen corporativa del banco, se inició en 1973, y sería finalizado años después, en medio de turbulentos cambios económicos que llevaron al Banco a desaparecer. La empresa fue adquiriendo progresivamente terrenos hasta llegar a los 3 mil 677 metros cuadrados, en una manzana con frente a tres calles. Pensado por etapas, el edificio se compone de un cuerpo bajo de cinco niveles, destinado a la agencia bancaria, mezzaninas, auditorio, sala de exposiciones y áreas publicas; y la torre de vidrio de 21 pisos, concebida con una base, un cuerpo y un remate, soportada por un grupo de siete pares de columnas que permiten que el volumen se despegue del suelo para producir volados a ambos lados de las plantas que conforman los cuerpos acristalados. El edificio mantiene la idea de la integración con la calle, sin que exista ninguna división entre interior y exterior, de modo que el conjunto forme parte del espacio urbano. Revestido de granito rojizo marrón sueco, cortado en Italia, y marcos y vidrios fabricados en Estados Unidos, la obra de 50 mil metros cuadrados, que pensada con estandares de primer mundo, muestra, en el caso de Gómez de Llarena, el rigor de un talento profesional indiscutible en un edificio esplendido, pulcro y elegante. IGV
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