Zonas de Caracas

Caracas 

a través de sus planos

Mapa topográfico de la ciudad de Caracas, 1874.HC-25

Plano topográfico de la ciudad de Caracas, capital de los E.E.U.U de Venezuela, 1874

Fecha: 1874
Original: blanco y negro, plumilla y tinta, 180 x 167 cm.
Cartógrafo: Estevan Ricard
Autor reproducción: Simón Arias M. (1950)
Escala: 1:4000
Concejo Municipal del Distrito Federal

“Levantado de orden del Ilustre Americano Guzmán Blanco, Presidente de la República, para servir al censo y estadística del Distrito Federal bajo la dirección de la Junta Directiva de la Estadística nacional, General Andrés Level.”

 

El urbanismo al poder

Este plano de 1874, levantado por Estevan Ricard y encomendado por Guzmán Blanco, es uno de los que ofrece mayores aportes urbanos y arquitectónicos, topográficos y topológicos.

Antonio Guzmán Blanco gobernó el país a partir de 1870 y su influencia podemos decir que se extiende hasta 1899. Ha sido calificado de «déspota ilustrado», y ciertamente representó a cabalidad tanto la autocracia como la voluntad de hacer una capital más civilizada. En sus dos décadas de dominio se dio uno de los períodos con mayores transformaciones en la historia de Caracas, si tomamos en cuenta los recursos y la población con que entonces contaba nuestra ciudad. Es quizás el gobernante más destacado por las transformaciones que introduce e inicia.

Es evidente la importancia que Guzmán Blanco da a la ciudad como la manifestación de una obra de gobierno, como el evento principalísimo de una política, de una estrategia que va a convertir a la trama colonial en un urbanismo cuyas redes, sobre todos las de comunicación y transporte, van a jugar un papel importante.

Este plano se titula, como el anterior, «Plano topográfico de Caracas», con la diferencia de que sí es genuinamente topográfico. El dibujo representa las medidas fidedignas de unas manzanas con sus formas y tamaños verdaderos. Caracas ya no es parte de aquella gramática colonial de dameros ideales y universales, ahora la ciudad comenzará a buscar un estilo propio, y el primer paso ha sido el levantamiento de su realidad, de su especificidad. Ahora podemos ver que la plaza Bolívar es la cuadra más pequeña, como si en el acto de fundación se hubiera prefigurado un pueblo y las siguientes cuadras se ensancharán a la medida de una ciudad más ambiciosa que se irá adaptando a las quebradas que la cruzan, a las pendientes y elevaciones. Ya no es una ciudad cuyas leyes obedecen solo a un mandato histórico, también empieza a admitirse la presencia de su particular geografía.

Guzmán Blanco parte del modelo urbano que lo precede, pero comienza a introducir cambios importantes, básicamente de influencia francesa. No es casual que sea precisamente este plano el primero que se ilustra con edificios públicos. El Palacio Legislativo, el Templo Masónico, el Museo Venezolano y la Universidad Central aparecen con sus recién estrenadas fachadas flotando en el borde inferior de la lámina.

La arquitectura se independiza y sobre el perímetro de las cuadras se superponen a las plantas coloniales una serie de propuestas neoclásicas. Si antes las calles se leían como un sistema de muros continuos con portales y ventanas, ahora la cuadra colonial pasa a servir de soporte a fachadas autónomas con nuevos estilos. Se anunciaba a la posteridad que a partir de ese momento cualquier segmento de cuadra, cualquier edificación, podía destacarse del resto y ser un protagonista notorio. La iglesia y la esquina como puntos relevantes de la ciudad habían encontrado una fuerte competencia. Lo que durante la «Jura de Carlos IV» había sido provisional, ahora sería permanente.

Un caso notorio de una edificación que se independiza de la trama original será el Capitolio (a medio construir en este plano), cuya planta no se ajusta a los bordes estipulados en la retícula, sino que conscientemente genera entrantes y salientes, lo cual introduce nuevas posibilidades tanto a la cuadra como a la calle.

Aún no se construye el Teatro Guzmán Blanco (hoy Teatro Municipal), inaugurado en 1881, pero están dadas las condiciones para su existencia. La ciudad ha sido desacralizada, quitándole poder a la iglesia y obligándola a entregar terrenos y prerrogativas. El lugar donde se construye el Capitolio había sido por siglos el Convento de las Reverendas Madres de la Inmaculada Concepción; la iglesia de La Trinidad fue convertida en el panteón de los héroes de la independencia, y el terreno del teatro se construirá en el terreno que ocupaba el templo de San Pablo, y será descrito como de influencia neoclásica y realizado en orden corintio, lo que no tiene nada de particular para un teatro, pero en la Caracas de finales del XIX era toda una innovación su planta semicircular.

Tanto este teatro como el Capitolio propician con el ornamento de sus fachadas e implantación en la cuadra una nueva utilización de la ciudad. Los alrededores del Capitolio se convierten en bulevares y las calles dejan de ser solo un espacio utilitario. Al añadir árboles y estatuas, fuentes y bancos, pasan a ser lugares de esparcimiento y conmemoración.

El cambio más representativo se va a dar en la Plaza Mayor, la cual va a dejar de ser un mercado para convertirse en el epicentro simbólico de la República, donde árboles tan perseguidos por Cañas y Merino regresan al patio principal de la ciudad en un paisajismo de bandera con la estatua ecuestre de Bolívar al centro.

La celebración del centenario del nacimiento de Bolívar en 1883 será un acontecimiento propicio para que la ciudad asuma los símbolos de la independencia como íconos en sus espacios públicos.

Podemos decir que «el momento cumbre en el agrupamiento, jerarquización y exhibición del memorial de la nación en el siglo XIX» se da en el acto de depositar en la fosa del pedestal de la estatua de Bolívar los principales documentos republicanos, incluyendo decretos, leyes, constituciones y el acta de independencia, así como la historia de Venezuela por Baralt, la geografía de Codazzi, el primer censo, un ejemplar de cada uno de los periódicos venezolanos y un plano topográfico de Caracas, supongo que el de Ricard.

En este plano aparece también el parque El Calvario, una intervención de grandes proporciones para eliminar la marcada oposición entre la trama sacra y el campo profano, entre la ciudad y su exterior. Con el parque El Calvario una colina enclavada en el damero pasa a formar parte junto a su naturaleza domesticada de la textura urbana.

 

Nueva composición de las calles

En el listado de las obras públicas levantadas a partir de 1870 aparece un apartado curioso: «Composición de calles». Como parte de una política de «descolonizar» la morfología de la ciudad, Guzmán refuerza la tendencia a plantear una diferenciación entre las edificaciones que forman la cuadra al promulgar un edicto que obliga a pintar las fachadas en colores de aceite y a substituir los aleros por cornisas. Esta variedad de colores y cornisas permite leer fácilmente los límites de cada lote. Al mismo tiempo se realiza un catastro que está expresado en el plano de 1874 dibujando una especie de pespunteado en el borde de las cuadras, una suerte de brocado irregular de pequeños rectángulos que define el borde de cada propiedad.

Hasta entonces todos los planos de Caracas habían representado a la cuadra como un ente macizo, expresado en un solo color y una sola textura. Pero ahora se evidencia una composición de lotes y una sucesión de actividades distintas.

La ciudad va tomando conciencia de su vialidad. Arístides Rojas y Cesáreo Suárez plantean un sistema cartesiano que parte de la recién bautizada plaza Bolívar y forman las avenidas Norte, Sur, Este y Oeste. Se intenta, infructuosamente, dejar atrás los nombres de unas 264 esquinas.

Se inicia también una política higienista de la cual forma parte el acueducto de 46 kilómetros que viene del río Macarao y la eliminación de los pequeños cementerios que había en Caracas para unirlos en el Cementerio General del Sur, inaugurado en 1876.%0