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El Arturo Michelena constituye un ejemplo único de casa-museo en el panorama local. El inmueble, que es parte integral de la colección, fue construido como taller bajo la dirección directa de Michelena (1863-1898), en 1893, a raíz de su retorno al país. El diseño –en las proporciones, la resolución de fachada y los elementos decorativos– sigue el estilo del fin de siglo francés. Su inserción en la trama urbana no atiende a la de las casas de este sector, cuya urbanización fue una de las derivaciones más tempranas del casco central de la ciudad. Su emplazamiento autónomo rompe con la convencional alineación de casas medianeras que la flanquean, y se separa de la calle mediante un jardín y escaleras. El portal, con marco en alto relieve y rematado en arco, da paso a un vestíbulo, que funge de antesala. El segundo piso, alineado en fachada con el plano principal, alojó originalmente un luminoso atelier de pintura. A la muerte del maestro, su viuda procedió a la transformación del estudio en residencia. La instalación del museo (1961), a partir de la compra del inmueble por parte del Estado y su ampliación con nuevos espacios expositivos, le permite exhibir una colección donada por la viuda. En diferentes ambientes de la casa, las obras del gran maestro de la pintura venezolana del siglo XIX se entremezclan con un valioso repositorio de piezas decorativas y mobiliario de época. Un anexo en las inmediaciones se ha sumado a la institución desde los ochenta, para albergar las muestras temporales y las oficinas. GB
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