Zonas de Caracas

Zona 7 La extensión hacia el noreste


«La carretera del este sería la espina

dorsal de las nuevas urbanizaciones

que organizaban sus calles y lotes en

las antiguas haciendas, cada una con

un patrón particular, manteniéndose

separadas por las quebradas que

venían del Ávila. La ciudad crecía a

retazos…»

Ciro Caraballo

Tiempos modernos: de la Caracas del romántico tranvía a la ciudad del triunfal automóvil.

 

Caracas se comienza a extenderse hacia el este. La consolidación de la «carretera del este» (hoy avenida Francisco de Miranda), permite la aparición de urbanizaciones que se organizaron con tramas disimiles en los terrenos de las antiguas haciendas separadas por quebradas que corren en sentido norte-sur.

Cada urbanización creció y se desarrollo con un sentido y una imagen propia. San Bernardino, es la primera urbanización vecina al casco central, con un urbanismo que se adapta a la topografía de sus colinas, con calles en curva, nodos viales en forma de estrella y paseos arbolados entre residencias. Le siguen Las Palmas y La Florida, con árboles de espectacular follaje que dan nombre a sus avenidas: Las Acacias, Las Palmas, Los Samanes.

El Caracas Country Club, es un urbanismo de ciudad jardín único en la ciudad. Proyectado por los hermanos Olmsted, la urbanización se desarrollo en base la vialidad bordada con hileras de palmas washingtonias,  y grandes lotes de terreno alrededor de campos de golf, respetando los grandes arboles existentes, generando paisajes idílicos cuyo telón de fondo es el Ávila.

La Gran Avenida, al final de Sabana Grande, derivo en un bulevar peatonal que va desde Plaza Venezuela a Chacaíto, que fue el epicentro durante muchos años una dinámica y exclusiva actividad comercial, favorecida por su centralidad y la mezcla feliz de residencias, comercios y oficinas a lo largo de la calle real de Sabana Grande, otrora lugar de encuentro de poetas, artistas y bohemios durante décadas. El bulevar hoy luce renovado con pavimentos y fachadas restauradas, pero deprimido y sin el empuje comercial que utilizó la publicidad como una forma de identidad que marcó toda una época. Continúa el pequeño casco de Chacao, trazado con la retícula de Indias y habitado por inmigrantes europeos desde los años cincuenta. Esta zona exhibe múltiples plazas renovadas y espacios públicos: la plaza El Indio, Bolívar, Justicia y Paz, Bélgica; los parques El Caballito, Boyacá y la ampliación y renovación de las aceras de la avenida Francisco de Miranda, que hoy son referencia de urbanidad para el resto de la capital, y que despiertan el deseo de que se extiendan desde hasta Petare y Catia. Posee además edificios de servicios, educativos y culturales, que se han convertido en hitos metropolitanos en la ciudad.

Adyacente a Chacao la urbanización Campo Alegre, antigua “Pan sembrar” proyectada por Manuel Mujica Millán, ha construido una solida identidad con edificios de mediana altura, que conviven, con armoniosas plazas y paseos junto a la Iglesia, también proyecto de arquitecto Mujica Millán. Bello Campo, pionera en intervenciones contiguas a barrios, como muestra el primer gimnasio vertical, la escuela y el ambulatorio. Más al este, La Floresta, mantiene su estructura de viviendas unifamiliares junto a la Avenida Francisco de Miranda,  donde los magníficos edificios de Don Hatch (antigua Embajada Norteamericana y Edificio Mobil) han cambiando su uso a universidades, ministerios y centros culturales. La Estancia, antigua Hacienda La Floresta, posee excepcionales jardines públicos y espacios expositivos. Vecino a ambos, sobrevive una de las joyas del paisajismo moderno, el Parque del Este (llamado Rómulo Betancourt, ahora Generalísimo Francisco de Miranda), del brasileño Burle Marx con colaboración del chileno Fernando Tábora y el inglés Jonh Stodartt, próximo a declararse patrimonio mundial.

La Castellana, con su plaza circular y Altamira, con su extendida plaza con espejos de agua y obelisco, son hoy nuevas centralidades reforzadas por la actividad bancaria y de oficinas que las acompañan. Barrios tan antiguos como Chapellín, El Pedregal o Pajaritos alternan con elegantes y exclusivas residencias al pie de la montaña con intervenciones como la escuela Juan de Dios Guanche (El Pedregal) o el parque Convivencia (Pajaritos), que muestran un esfuerzo de integración urbana. Los Palos Grandes, con su plaza es el mejor ejemplo. Las actividades de biblioteca, ludoteca, café, estacionamientos, anfiteatro al aire libre, espejo de agua con chorros y un sombreadero, que tamiza la luz de Caracas, la ha convertido en escenario de lo público y referencia de la ciudad deseada.

Los Chorros, con vestigios de antiguas villas donde los caraqueños solían temperar a principios del otro siglo; Monte Cristo y Boleíta, con áreas industriales de sorprendente potencial, pudieran ser los próximos escenarios para alojar las alzas de densidades que la ciudad presiona para que sucedan con una gran mixtura de usos y una diversidad arquitectónica muy rica.

Por último, urbanizaciones como El Marqués y La Urbina, punto de partida para otras modalidades de transporte, anuncian otras expresiones urbanas de Caracas, Petare, que cierra sobre su cerro, las expresiones de ciudad formal para dejar al descubierto la ciudad al margen.

El Ávila, se encarga de darles sentido de unidad a todo el urbanismo del noreste, y los cortafuegos nos remiten a los diferentes accesos: San Bernardino, Sabas Nieves, Estribo de Duarte, El Marqués, desde la avenida Boyacá o Cota Mil, que se cierra cada mañana de domingo para dar cabida a caminantes y ciclistas, que disfrutan el límite de lo construido en el valle y la inmensidad de la montaña al norte, que bloquea detrás al mar Caribe. MIP/IGV