Zonas de Caracas

Zona 10 Frente al mar

"Caracas abarca del valle al mar…"


«El mar y el valle estuvieron siempre unidos: primero por picas indígenas, luego por caminos empedrados de los españoles, después por el ferrocarril, a principios de siglo por la vieja carretera y ahora por la autopista.»

Luis Brito García

D,F.

Caracas es la suma dos componentes geográficos de gran presencia escenográfica: la montaña y el mar. Las travesías desde la costa Caribe a la capital se remontan a los tiempos de la colonia y al camino de los españoles (1603), el primer empedrado para acceder al valle principal de San Francisco, por los lados de la Puerta de Caracas y el punto más cercano a la costa en medio del valle, Catia. También los filibusteros fueron grandes investigadores de esta monumental montaña, con otras rutas en búsqueda de los tesoros de América. Sin embargo, dos prósperas haciendas de azúcar y cacao, tanto Caraballeda como Camurí Grande (1567), dan fe de haber sido centros de población esclava y paso de contrabando hacia Petare desde la costa. En el litoral central de Venezuela, la hacienda fue la forma predominante de tenencia de la tierra hasta entrado el siglo XIX, cuando se vuelve itinerario de temporadistas de la capital.

El día que se inauguró la autopista Caracas-La Guaira (Eugène Freyssinet, 1953) también se abandonaron el tren (construido en 1883) y la carretera vieja. Tomaba alrededor de dos horas bajar o subir a La Guaira desde Caracas, ubicada a más de 900 msnm. La modernidad de los años cincuenta acercó mas el valle y el mar  y construyó un nuevo paisaje en el que la movilidad tuvo un protagonismo estético que recorrió en postales todo el mundo. Se trataba de salvar las distancias con dos túneles y tres viaductos de amplias luces entre valles, con diseños de sorprendente ligereza y belleza. Al cabo de 44 años de vida, en 2007, el viaducto número 1, fue reemplazado por haber sufrido daños producto de deslizamientos de tierra, con otro viaducto de construcción telescópica, que triplicó la distancia del primero (154 metros de luz) pero no logro superar el diseño del anterior. Junto a las redes viales también se construyeron clubes vacacionales con valor arquitectónico sobresaliente e instalaciones para balnearios públicos de gran prestancia, de arquitectura moderna. La ciudad en el valle envuelta en parques se diferenció de los poblados y clubes recreacionales de la costa con un segmento interpuesto de la cordillera de la Costa, entre el valle y el mar.

Hoy en día, la costa se transita como extensión de la capital, con un frente marino que comprende 81 km, una distancia que triplica a la del valle de San Francisco en Caracas. En este corredor se aprecian varias manifestaciones urbanas diferenciadas: Catia La Mar, Maiquetía, La Guaira, Macuto, Caraballeda, Naiguatá y Los Caracas. A partir de este punto, la continuidad de la costa y de los poblados más rurales siguen hasta Chuspa (47 km), pasando por Osma, Todasana, La Sabana y Caruao, donde se completa la circunvalación este, para volver a ingresar a la capital por el extremo mirandino de Higuerote.

El poblado fundacional en la costa (hoy estado Vargas) lo constituye La Guaira (1555), puerto de ingreso de carga y público, por el cual se movilizó el país entero durante siglos con la casa de aduanas más importante del país, la Casa Guipuzcoana. Un casco tradicional con una trama de manzanas irregulares, asentadas en una forma abanicada producto del abra que produjo la presencia de la quebrada Osorio, dividieron al pueblo en dos, hasta que de nuevo la modernidad impuso una ruptura de velocidad en sentido este-oeste, con la construcción de la avenida Soublette (1950), que bordeó y ensartó como carretera costanera una docena de poblados, con cuerpos de ciudad en algunos casos específicos y en otros de simples asentamientos informales. La Guaira, además, se acompañó de un sistema de fortificaciones en tiempos de la colonia, hacia el camino elevado en las crestas de la montaña, que aunque constituyen un patrimonio invaluable, hoy están sumergidos en el total abandono.

Si bien la costa de Vargas fue en un momento el complemento recreacional de la capital, hoy en día aloja a una gran cantidad de población que trabaja en la capital y tiene a los pueblos de la costa como ciudad dormitorio. Los cambios acontecidos por la fuerte vaguada que ocurrió en 1999 (conocida como la «Tragedia de Vargas»), y que luego se repitió en 2005, dejaron un paisaje desolador en muchas zonas pobladas que fueron abandonadas por sus habitantes paralizando el desarrollo de la zona por más de una década. Ante el abandono general de las propiedades de los temporadistas y la falta acciones visibles de reconstrucción, la costa fue perdiendo atractivo para los citadinos, turistas y visitantes. El estado Vargas ha sufrido como ningún otro estado la falta de acciones adecuadas y pertinentes para su rescate. La inserción de viviendas sociales en especialmente en Caraballeda, en los últimos años destruyo todo el paisaje urbano y acabo con la posibilidad de seguir visualizando a la playa como el lugar de descanso de la capital. Será tarea obligada en el futuro recomponer este escenario urbano.

Si bien en época de Guzmán Blanco, Macuto (fundada en 1740) fue el refugio de elegantes turistas capitalinos en bungalós al estilo europeo (1830-1936) —gracias a los comerciantes ingleses que se acercaron a la capital y que repitieron el estilo también Los Chorros en Caracas—, hoy en día la mezcla y la diversidad de expresiones urbanas merece especial atención, para revalorizar aquello que aún hoy sobresale por sus cualidades arquitectónicas o paisajísticas, para hacerlas brillar de nuevo. Tradicionalmente Macuto se distinguió por los baños de mar y de río con un estilo, que permaneció hasta los años cincuenta cuando dos arquitectos, Galia y Alcock, integraron el casco histórico al mar, con el famoso paseo de Las Palomas, el cual fue arrasado en la vaguada de 1999. Si bien la tragedia genero una nueva línea de costa, sumando terreno de una manera natural —normalmente logrado de manera artificial y costosa—, también es cierto que la naturaleza impuso el respeto a los cauces de ciertas quebradas, vaciándolas de construcción alguna. Por su parte, las nuevas vialidades no han contemplado aún el potencial paisajístico que queda por rescatar donde pueda potenciarse los aprendizajes de los mejores ejemplos del valle en la costa, como el legado de Burle Marx en el Parque del Este, o replicar los ejemplos locales como lo son el bulevar de Las Palomas en Macuto; los balnearios de Naiguatá y Catia la Mar —fácilmente rescatables—, a diferencia de los clubes Puerto Azul y Camurí Grande de la Universidad Simón Bolívar —con su casa de hacienda—, que han sido restituidos y desarrollados a partir de los cambios posteriores al evento de 1999. Las playas guardan una dinámica propia que se ha ido desarrollando de una manera espontánea en muchos casos, lo que hace que ni sus servicios ni su mobiliario urbano guarde homogeneidad ni asegure un mínimo confort; sin embargo, su belleza natural, comprendida en los arrecifes y las pequeñas bahías de arenas finas con una vegetación autóctona, contrastada con los azules del Caribe, aunados a la brisa marina, hacen de estas playas una experiencia grata a pesar del deteriorado estado en que se encuentra el contexto físico y social que las rodea. El mar ha de ser recobrado como el lugar natural de recreación mas inmediato de los capitalinos. MIP