DF-57
Las obras de la etapa ecléctica de Villanueva representan la más rigurosa axialidad, siguiendo tradición beauxartiana francesa. Sin embargo el Museo de Bellas Artes y el de Ciencias corresponden a una concepción tipológica novedosa donde patios, corredores y salas permitieron perpetuar una iconografía monumental independiente inédita hasta entonces en la ciudad. Desde el punto de vista urbano, el Museo de Bellas Artes, prolonga sus fachadas para construir un trozo de ciudad, un espacio público balanceado y simétrico. La forma del edificio nace de la geometría radial, estableciendo a partir del eje, una secuencia de espacios que dan cuerpo a la edificación, y su modesto programa se organiza alrededor del patio a partir del cual se accede a salas de agradables proporciones. El pórtico de acceso enmarcado por cuatro columnas es el punto a partir del cual se abren dos fachadas laterales dispuestas como dos monumentales columnatas. Hacia el interior, un corredor principal bordea el patio abierto en forma de abanico. Según Sybil Moholy Nagy, el encanto del Museo radica en el «ritmo interior-exterior de sus salas». La fachada neoclásica exhibe tres relieves en los que representa figuras femeninas alegóricas a la pintura, la escultura y la arquitectura, obra de Francisco Narváez (1905-1984). Al interior destacan tres obras em-blemáticas modernas: La Ciudad de Alexander Calder; Cubo de Nylon de Jesús Soto y Estructura solar de Alejandro Otero. El Museo fué ampliado en 1952. WNA
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AMU