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La vivienda particular de Carlos Raúl Villanueva en el litoral, destinada al descanso, ocupa una parcela de reducido tamaño. No es una casa convencional, y es quizás la casa más moderna y la mejor adaptada a las condiciones ambientales del sitio. Es una obra integral en la que techo, paredes y piso son una sola cosa y lo realmente importante es el espacio, cuyos límites se dibujan y desdibujan confundiendo el adentro y el afuera. No tiene una fachada propiamente dicha, ni exhibe puerta hacia la calle. A ella se accede utilizando un retiro lateral a manera da zaguán. La casa es, en esencia, un espacio de doble altura al que abren cuatro habitaciones pequeñas, equipadas con un hermoso y sencillo mobiliario especialmente diseñado por Cornelis Zitman. El espacio flexible en su uso, los chinchorros y una gran mesa de madera con sus sillas son los únicos protagonistas bajo el techo inclinado que parece flotar en el aire. La casa abierta al jardín que la rodea se proyecta al exterior con patios cubiertos de pérgolas. Adentro la estructura se muestra sin afectación alguna y la piel permeable se construye con planos de romanillas de madera y bloque calado. Las habitaciones se orientan el este y se animan con el amanecer; al atardecer el sol penetra por una ranura que separa el techo de las paredes y una línea de luz se desliza por el espacio interior marcando el transcurrir del tiempo. Muchos ni siquiera piensan que es una casa, pero sigue allí, sobreponiéndose a los cambios de su entorno inmediato, demostrando cómo, en condiciones limitantes, puede florecer la arquitectura. PV
A-FV
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