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El emblemático Hotel Ávila fue por muchos años la instalación hotelera de mayor jerarquía de la capital (hasta la construcción del Hotel Tamanaco en 1953). Ubicado en San Bernardino, primer sector de la ciudad que rompió el tradicional patrón de damero (que aunque se atribuye a Maurice Rotival, tiene en el proyecto de Gustavo Vollmer, 1897, un claro precedente), el hotel fue construido por iniciativa de la Corporación Venezolana de Fomento, subsidiada por el Grupo Rockefeller. Su proyectista, Wallace K. Harrison (autor del Rockefeller Center en Nueva York, 1930), hace una pausa en su adscripción a los movimientos de vanguardia europeos, y se «tropicaliza», asimilando errores cometidos en encargos anteriores hechos en el Caribe. El edificio de 120 habitaciones se implanta como remate de una avenida arbolada, oculto entre la vegetación, y se orienta compositivamente hacia Ávila y del valle de Caracas. Harrison adecúa el esquema funcional y la volumetría a las condiciones climáticas, con lo que logra una fluida relación entre el interior y el exterior, utilizando materiales locales y dotándolo de elementos de la arquitectura tradicional: romanillas en los corredores exteriores, balaustradas de madera torneadas en los balcones y un amplio corredor previo al lobby central del hotel, todos cubiertos de teja criolla. Destaca la dualidad que se establece entre un exterior complaciente con el lugar, y un interior más decididamente internacional. En 1944 Clifford Wendehack realiza su ampliación, reformulada y construida por la firma Hegeman-Harris. ACA
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